Stella Artois es la cerveza belga más conocida en todo el mundo. Junto a los “moules frites”, sus populares mejillones cocinados al estilo del país, con hierbas y acompañados de las famosas patatas fritas, se convierten en el mejor plan Cervecista.
Veamos cómo preparar y disfrutar de este maridaje con una cerveza lager, ligera, muy refrescante y pensada para acompañar platos ligeros. De ahí que los mejillones, con cero grasas y libres de cualquier toque fuerte, sean el tándem perfecto.
Dentro del universo Cervecista forman parte indiscutible las cervezas belgas y cómo no, la archiconocida Stella Artois, un must have para marcarse el mejor plan.
Esta receta permite improvisar y preparar algo rico en poco tiempo.
Los “moules frites”, no son exclusivos de Bélgica
Como todos estos platos populares, suele haber sus más y sus menos en cuanto a la procedencia. Tenemos muy claro que son populares y se sirven en un montón de restaurantes y bares de Bélgica, pero en realidad se pueden disfrutar también por todo el norte de Francia, y algunos de los mejores, se suelen probar en los bistrós y brasseries de Paris.
Entonces, mejor y para evitar falsos mitos, digamos que es un plato muy extendido y común de la zona del Mar del Norte franco belga, e incluso de los Países Bajos. Porque es precisamente en la costa de Zelana (Holanda), donde en su origen se cultivaban y recogían los mejillones, que después se podían degustar en los restaurantes y los hogares de Bélgica.
También llamados “mosselen met friet” o “moules et frites”, se consumen desde hace siglos. Fue en el S. XV cuando se descubrió que tras su pesca, seguían creciendo cuando se ponían a remojo, y que su gusto resultaba exquisito y todo un manjar para el paladar.
Así empezaron a transportarse y comercializarse por los canales y ríos hasta llegar a Bélgica, y poco a poco se fue creando la ruta de los restaurantes de mejillones entre Flandes y Bruselas.
La receta genuina, es sencilla y fácil
Y podemos decir que es una receta que no ha variado prácticamente desde sus inicios.
1. La base, mejillones y patatas
Antes de nada, elijamos buen producto. Aunque tenemos la suerte de tener al alcance muchas variedades, los mejillones típicos para este plato son los más pequeños, los que aquí conocemos como “de roca”.
Se pueden comprar frescos (mucho más sabrosos), pero con el inconveniente de que hay que limpiarlos y tardaremos más. Así que una opción b, más rápida y sencilla, es comprarlos envasados y totalmente limpios.
Las patatas, preferentemente, y mejor que sean de tipo para freír, porque la base es que su resultado sea muy crujiente.
2. La cazuela de los moules
El recipiente para prepararlos de forma genuina es bastante peculiar. Tiene una tapa abombada, y posteriormente esta olla nos servirá para servirlos en la mesa directamente. Sin embargo, como será complicado tener una en casa, se utilizará una similar, que sobre todo no sea demasiado profunda.
3. Su preparación
La preparación en la cocina da mucho juego para poder ir abriendo boca y degustar todos los matices y la suavidad de Stella Artois.
Se colocan los mejillones en la cazuela al fuego, y se añade una cebolla mediana picada muy fina -de manera opcional apio muy picado también-. En este mismo momento se van a aderezar con un toque de pimienta negra molida y una cobertura de vino blanco para que reduzca.
Se tapan y una vez se abran, se añaden unos 30 gramos de mantequilla.
Al mismo tiempo, se irán preparando las patatas y cortando en bastones. Las auténticas frites belgas suelen freírse en dos tiempos, y algunos lugareños dicen que ese sabor tan peculiar y único se lo aporta una mezcla de aceite y grasa de vaca.
4. El servicio, recién hechos y en su cacerola
La clave del sabor de los típicos mejillones belgas está en su servicio. Mejor presentarlos en la misma cacerola que se cocinaron y acompañados junto a un bol con las patatas fritas muy crujientes.
Si se prefiere, se puede añadir una pequeña tabla de salsas aparte con mayonesa, un poco de mostaza de Dijon, o la famosa “Dijonnaise” (crema de mostaza suave).
Por supuesto, no faltará una Stella Artois, para refrescar y limpiar el paladar de todo el sabor intenso de los moules, que servida en una copa tulip nos deleitará.
¡Que no se diga! Resulta todo un planazo.